Hace años, cuando aún no pensaba en tener un piojo saltando a mi alrededor, recuerdo que me resultaba curioso la escena de algunos padres corriendo con sus hijos para llegar a tiempo al cole, día tras día veía a las mismas mamás tirando de la mano de sus hijos. No lo entendía y no lo entiendo. Sí, es cierto que a cualquiera se le pueden pegar las sábanas una mañana y. sí todos estamos expuestos a que nuestros peques nos moten una pataleta antes de salir de casa, pero ¿todos los días?
Recuerdo que algunas amigas que ya eran madres me decían "ya verás cuando seas madre", a lo que yo respondía "no, es imposible que yo vaya a ser así porque me conozco". No me equivocaba, si hay algo que no soporto en este mundo es la impuntualidad, sobre todo me fastidia ser yo la tardona. No quiere decir esto que alguna vez no llegue tarde, ¡soy humana!, pero procuro que no sea así.
Intento inculcarle al piojo los buenos hábitos, considero que es algo que debemos aprender desde pequeños, por eso, salimos de casa media hora antes de la entrada al cole. A las ocho y media salimos de casa y así tiene tiempo de contemplar hasta las hormigas del camino. Sí, sí,no es la primera vez que nos paramos a observar un caracol trasladándose de un punto a otro, je je je. De esta manera, el piojo tiene tiempo de jugar con sus amigos en el patio del cole antes de subir a clase.
Pero, ¿qué ocurre cuando salgo del cole? Día tras día me encuentro a los mismos niños llegando tarde y muchas veces sus madres están tan contentas hablando tranquilamente como si diera igual que pase de las nueve. ¿Cómo vamos a exigirles de más mayores que se den prisa si nosotros vamos así de felices por la vida?
Besitos Avainillados
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