El post de hoy es un post especial. Hoy es el cumpleaños de la "amiga para toda la vida" de mi piojo y para ella es este cuento...
Érase una vez que se era en
un reino muy pero, que muy cercano, vivía una ávida e intrépida princesa pirata,
que siempre estaba dispuesta a vivir mil y una aventuras. Crucilda, así era
conocida en el imaginario mundo de los cuentos, aquella mañana se había levantado
con una alegría especial. Nada más levantarse se asomó a la ventana de su
castillo, el sol brillaba en un impresionante cielo azul. Era increíble no ver
ninguna nube, pues, apenas horas antes los rayos dividían el cielo en dos
mitades. Dos mitades que le recordaba que su reino también estaba así, separado
en dos, pero el corazón de Crucilda
sabía que a pesar de todo, a pesar de aquella fractura, ella siempre uniría
aquellas dos mitades porque aquella piratilla, un tanto granujilla (como todos
los piratas) era lo mejor que había ocurrido en su muy cercano reino.
Crucilda soñaba con ser
bailarina, hada y, por supuesto, princesa…Bueno, bueno, princesa ya era… Eso
sí, al mismo tiempo en ella afloraba su alma guerrera: disfrutaba viviendo
aventuras piratiles junto a su “amigo para toda la vida” el pirata piojo y su
fiel escudero canino. Sí, junto a ellos, las aventuras se vivían a pares,
piratas, guerreros, caballeros, princesas, hadas, bailarinas, duendes, gnomos y
un sinfín de seres mágicos convivían en sus juegos.
Una nueva sonrisa volvió a
aflorar en los labios de Crucilda, sí, no había duda, había oído bien, “el
cumpleaños feliz” resonaba a su alrededor.
―¡Había
olvidado que hoy es mi cumpleaños! ―exclamó Crucilda nada más oír la canción.
―¡A
desayunar! ―oyó tras los besos de felicitación.
Crucilda
rezongó un poco antes de sentarse a la mesa. Contempló la taza con
detenimiento. Sí, Crucilda era una princesa maravillosa, una increíble
bailarina, una dibujante magnifica y, maneja con destreza la espada, sin
embargo, al igual que su amigo de aventuras el pirata Piojo, le daba pereza
comer.
Uff…sus
padres tenían que llenarse de paciencia en comidas y cenas porque su apetito no
terminaba de llegar. Crucilda removió la leche fijamente mientras escuchaba
nuevamente: “bébete la leche” y se dio cuenta que aquel no era un cumpleaños
cualquiera. No, era un cumpleaños especial porque ya cumplía ¡toda una mano!
Sí, ya tenía cinco años y aquel año haría el último curso de infantil. Sí,
igual ya había llegado el momento de cumplir el deseo de sus padres y comer sin
rechistar…Crucilda cogió la taza, mientras bebía la deliciosa leche pensaba: “sí,
voy a hacer felices a mis papis. ¡Me comeré siempre toda la comida! Bueno,
siempre…siempre no, igual algún día dejo algo porque no me gusta…”
Y
colorín colado este cuento ha terminado y el que no levante el culete ¡¡¡se le
queda pegado!!!
Besitos avainillados
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